Fascia y emoción

La palabra fascia o sistema fascial se ha convertido en uno de esos términos que se manejan con normalidad entre los profesionales de la salud y los propios pacientes. "Esto va a ser cosa de las fascias". O, aún más contundente: "es fascial". Y es real. Hay muchos problemas que pueden venir de lo que está ocurriendo en nuestras fascias, pero no sólo por lo que implican a nivel estructural. La fascia es , como nos comentaba nuestra compañera Marina en la entrada anterior, una vaina de tejido que separa y envuelve las estructuras profundas del ser humano. Sin embargo, hay una parte metabólica que produce que la fascia esté implicada también en los impactos emocionales que sufrimos.

Si solo contemplamos las fascias como en su momento contemplábamos las cadenas musculares ( como un conjunto de músculos que trabajan "en paquete") , nos perderemos el potencial de las mismas.

La parte más superficial de la fascia es aquella en la que se ramifican nervios ,vasos sanguíneos y sistema linfático. Imaginad lo que esto significa. Cuando nos movemos, pero también cuando tenemos emociones, la fascia se ve señalizada. Tanto por esas ramificaciones nerviosas que le llegan, como por las sustancias que se liberan al torrente sanguíneo y linfático. Cuando tenemos un "estresor" y liberamos adrenalina (entre otras sustancias), la fascia queda marcada y nos prepara para la lucha o huida, o nos deja congelados. Se activa y nos marca muscularmente. Pero también acumula sustancias que, debido a la  rigidez muscular preparativa que se genera, pueden bloquear la fascia. Pilat (padre de la liberación miofascial), lo explica así: " un trauma emocional que no se ha tratado se puede encapsular en nuestro tejido y aparecer síntomas de adulto produciendo dolor, patologías, ansiedad o estrés". Y no es necesario que nos vayamos a buscar dificultades en la infancia. Muchos de vosotros cuando habéis recibido una mala noticia o estáis en un momento duro de trabajo, habéis experimentado tensión en el cuello o en las piernas (esos calambres nocturnos tan dolorosos...). Esas son nuestras fascias acumulando cortisol.

Esto lo sabemos muy bien los que trabajamos con Terapia Manual. A veces pasa que, cuando empiezas a trabajar con un paciente sobre la camilla, de repente comienza a llorar. Estamos liberando su fascia y , con ello, sus emociones. No hay nada de mágico en ello, aunque os confieso que para mí se ha convertido en algo sagrado. Siento un gran respeto por esos momentos de terapia en los que el paciente conecta con sus emociones para la sanación.

Bessel van der Kolk, profesor de psiquiatría especializado en trauma, nos explica que la mayoría de las veces ocurre que lo que calmamos a través de la terapia es la mente. Pero que si no trabajamos el cuerpo el trauma se queda "impregnado" en nosotros. Deja su huella en la fascia. Y cuando hablamos de trauma no penséis que hablamos de circunstancias trágicas y extremas ( él era especialista en veteranos de guerra, pero tiene claro que los traumas no son sólo eso). Trauma es una palabra griega que significa "herida". Cualquier cosa que nos marca, que nos deja huella, que nos impacta lo suficiente como para provocar dolor o cambio en nuestro día a día, es un trauma. Es una emoción que provoca un daño duradero. Y se queda en nuestra fascia. Y nos marca el cuerpo.

Para trabajar la fascia podemos hacer liberación miofascial. Pero hay, ¡buenas noticias!, también podemos usar el movimiento. De manera consciente, suave, respirando, o también metiendo picos de alta intensidad. Bessel utilizaba el yoga con sus pacientes. Nosotros utilizamos el método Pilates.

Al final, cuanto más estudiamos y más conocemos, más fuerte aparece la idea que Joseph Pilates nos dejaba en esta frase : "La contrología (asi llamába él al método) es la coordinación completa de cuerpo, mente y espíritu".

 

 

 

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